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domingo, 13 de enero de 2019

El jarrón roto que me queda

Su tristeza se perdió en la forma de mis lunares mientras yo perdía jugando a perderla.

Eran tantas sus preguntas y tan pocas mis respuestas que dejaron de ser; se convirtieron en dagas.

Su interés navegaba en mi silencio de forma tan tenaz que no pudo romperlo.

Lo estaba matando y nunca lento.

Mantengo la respiración como los secretos que no diría en voz alta ni aun estando un poco más loca.

No me merezco ni el oxígeno que estoy contaminando desde el álgido lugar en el que vivo.

La constante decepción me anima a no volver a intentarlo, por si esta vez me asfixio.

Si es verdad que somos 80% agua, el otro porcentaje que me resta debe de ser hastío. Suponiendo que me quede algo.

He escuchado hablar de la compatibilidad que no tengo ni conmigo misma. Soy una catedral gótica que se admira desde fuera: es peor que imprudente meter un pie dentro.

Prefiero mantener lo que me conviene bien lejitos, por eso se escabulló mi sombra de tus manos cuando creíste por fin sostenerla.

Me visto de blanco insatisfacción, pero lo pinto de rojo, porque soy una egoísta. Si no te pregunto qué demonios andan en tu cabeza, es por la pura reprocidad del acto.

Así que no preguntes:
vete.


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