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sábado, 1 de julio de 2017

Perdona, no tengo tiempo

Qué lentas pasan en ocasiones las horas. Qué rápido pasa siempre el tiempo. Cómo surge, se diluye en sus agujas y pasa; pasa todo. Cómo me cuesta darme cuenta. Qué gran incertidumbre me envuelve cuando lo hago.

El tiempo no quiere darme tiempo para reaccionar. No quiere que recuerde los comienzos. No me quiere a mí, pero tengo la firme sospecha de no quiere a nadie.

En miedo se esconde y no me aguanta la mirada. Mi miedo más grande es el tiempo. Es el miedo que me ahoga, porque a medida que pasan las horas, se multiplica.

Como un reloj que deja de funcionar al quedarse sin pilas: el tiempo viene y va. Nos hace quedarnos en el presente, imaginando un futuro remoto o arrepintiéndonos de un pasado cercano.

En mentiras se refugia cuando me deja dejarme querer. En mis ojos se refleja cuando me arruino en alegría. Pero se escapa en mi locura y aún así, no puede evitar cruzarse en mi camino.

El tiempo me ha atrapado cuando yo creía que ya se había ido. En el fondo sabía que estaba ahí, aunque me autoengañé de forma inocente y fingí no saberlo. Porque cuando me agarra de la mano y me dice "vamos" no soy capaz de no seguirlo, aun sin saber si me quiere llevar a descubrir las puertas del paraíso o de cabeza al infierno.

Entonces, llegamos al final y me doy cuenta de que no me dirige hacia ningún sitio: me coloca directamente al borde del abismo. Donde pretende que salte al vacío en el que se hallan mis emociones.

En mi angustia se encuentra y se pierde buscando la salida. ¿Y qué es lo que hago yo mientras tanto?

Lo único que hago es perder el tiempo.


miércoles, 21 de junio de 2017

Por almas desoladas

Te pido por favor, Alicia, que de mí no te escondas.
Te pido por favor, Alicia, que no me mientas nunca.

A veces me pregunto que quién coño va a creerme,
qué concepto tendrán los otros de complicidad,

cómo es posible que una lluvia tan tenue me ahogue en el charco de la inmadurez,
qué se ve desde fuera.


A veces quiero pensar que ser raros
es un privilegio: saber captar en otro
el don de la excepcionalidad.
Aunque no puedan reconocerse desde un punto de vista distinto.
Por eso desde que la suerte me permitió reconocerte
ha aumentado mis desinterés en todo,
creciendo las ganas de reencuentros y encontrarte.

Estoy hablando de res y recuerdos indelebles,
es que nadie más se refleja en la luna.

Todo por la melancolía de lo que no voy a recuperar nunca.


Puedo perfectamente fingir cergarme
ante el odio patente en tus ataques gratuitos.
Por eso sé que admiras mi espontaneidad,
aunque jamás me lo hayas admitido.
Y que no soy tan tonta como aparento.

A veces me gusta jugar mis propios sentimientos
porque me divierte sentirme traficante.
A pesar de que luego me sumerja en ríos de llanto, porque así no me siento yo.
Hace mucho que no me siento

ni a mí ni yo.


A veces escucho rugidos de dolor
provocados por náuseas
que no solo me arrancan las uñas
sino las ganas de vivir,
cuando llamar a algo vida
es otra forma de llamarlo complicado.


A veces te niego y después me arrepiento,
a veces te niego y me siento orgullosa.
Como si te estuviera traicionando.
Pero no puedes mentir
a quien tiene el poder de leer tu mente.


A veces vi surgir chispas de colores
pero nunca olieron a esperanza;
a veces parecían vestigios de fe inmóviles
que no descansarían en cualquier tumba.

A veces me imagino un punto del futuro
en el que te hubieras dado cuenta
de que tu defensa es algo que precisamente
no necesito,
sino un sitio en el que veas lo contrario.

Dime, Alicia, ¿por qué has venido tan tarde?

Nadie más entiende y comparte la desolación como preferencia.
Por muy bonito que parezca aprender a volar.

Porque nos fue imposible negarla.



Cuentista