En el negro de tus pupilas
se halla mi remordimiento;
te he apuñalado tanto
que no sé perdonarme.
Se te olvidó avisarme
de que llegaba el tormento:
septiembre no me exime,
no voy a callarme ahora.
He salido mil veces del infierno
pero tú me atas de otra forma.
Me he despertado de un sueño,
estaba tocándome el sol y yo,
insensata,
me he descompuesto en agua
pensando que era tu fuego.
La he guardado en un tarrito
cuyo nombre es Silencio,
junto al Silencio que te guardo.
Como cuando nos recordaba
al ritmo de canciones de Juancho;
he vuelto a llorar escuchándolo.
Como con tus susurros suicidas
si me silbaban en la psique,
si me despistaba entre caricias,
si me besabas en la frente.
Jamás enterraré el ego pero
me mataré contigo si vuelves.
Perdóname incluso cuando
ya me hayas perdonado.
Calla, no me lo pidas ahora.
Si el tiempo es oro
valía diamantes contigo,
pero no tanto la pena.
Eres más bien un yoyó,
eres mi juguete preferido;
al final siempre regresas
cada vez que te olvido.
La voz de la conciencia
me está pidiendo tregua
y solamente logro decirle
"por favor no me agobies".
Su palabra es mi condena.
Intento quitarle yerro,
como los otros dicen,
pero se me sigue cayendo
el pelo por su deficiencia.
Y lágrimas de fé ausente.
No te calles ahora.
He buscado la respuesta
en medicina alternativa,
recayendo en el fracaso.
Quisiera ser más bien saliva
para diluirme en el ocaso,
para encontrar una salida
que no sea de emergencia,
pero de nuevo ahí acabo.
Me regalé tiempo,
me brindó perspectiva.
Ahora brillo
porque ya he tocado fondo.
Pero no te calles ahora.
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