En verano conocí a Paz
y se escapó como arena,
suave entre mis dedos.
No cerré bien la puerta,
el fallo fue mío, de nuevo
me confundí por negligencia,
por necia, mi barbilla al suelo;
otra vez, me exigí más de la cuenta.
Mi solución fue salir corriendo
hacia la salida de emergencia
más próxima, donde me deshice
en cinco océanos de lágrimas
tras descubrir que jamás
encontraría una mirada capaz
de hacer eco en mi vacío.
Necesitaba explotar sin saber cómo,
evadirme para desconocerme,
hacer de mi mente algo simple;
de mis problemas desentenderme,
plasmar lo que siento y desangrarme,
acabar escogiendo yo el calibre
del arma que pudiera liberarme.
Si el silencio se convierte
en tu confidente, en tu amigo,
cuando tu fe se ha disipado,
si llegas al final del camino
y no queda más que abismo...
no existe forma de remediarlo.
¿Es que aún no te has enterado?
Todo, absolutamente todo
lo que hago, tiene que ver contigo.
No tenemos prisa, no me llores,
no eres solo lo que el espejo refleja.
Ya me he aprendido tus sermones:
afirmas haber perdido la cuenta
de las veces que te has caído,
de las malas noches que has tenido,
que de golpes mejor se aprende,
que se inclinó demasiado la cuesta.
La dificultad no reside en quererse,
sino en a uno mismo perdonarse,
en desanclarse y darse una tregua.
Me deshice del prójimo: la magia
yace en no rodearse de cualquiera.
Yo ya viví el repudio del rechazo,
eliminé lo que me distinguía,
alejé mi alegría con el ocaso,
me escudé bajo mentiras;
también me convertí en presa
pero nunca en blanco fácil;
olvidé mi canción favorita
y las promesas en las que creía
solo eran pájaros de mi cabeza
que un día se desnucaron
en un accidente en la M-30...
Porque Dios no quiso crear un mundo
para los más sensibles de la cuenta.
Mis vaticinios se han frustrado
y desde entonces la palabra "esperanza"
se ha borrado de mi vocabulario
y no queda nada para devolvérmela.
¿Acaso todavía no sabes
que me necesito como nadie?
Es que ni siquiera has entendido
que la soledad es más que abandono,
que respirar no significa estar vivo,
y que cuando una mente se ausenta
no existe madera que imposibilite el naufragio.
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