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viernes, 17 de abril de 2020

Con tu permiso

Empecé a escribir
porque me enseñaron
que estaba mal sentir.
Revelarase ante el papel
se antoja sumamente fácil:
mi diario es mi confesionario,
el rincón donde mitigar el dolor,
el único lugar donde desnudarme,
donde no necesito conjuntar el color
de la identidad que a día de hoy
elijo cada mañana para disfrazarme.

Porque Dios, sí: aprieta
y cuando se enfurece ahoga,
pero si quieres hablar de la soga
en la casa donde murió el ahorcado,
traerás nefastas consecuencias
y acabarás suicidándote a su lado.

Soy de las que convierte en refugio
cualquier cosa que le perjudica.
Me llaman manipuladora, tóxica,
incoherente y autodestructiva.

Pero soy irracional, indiscreta,
desequilibrio que alterna
sevicia con inocencia,
para ti una incógnita,
la basura que no saco,
una bolsa de secretos.
No pretendo engañarte:
aquí la lluvia cae por dentro.

Desencantada, me llamo Cintia.

Mi amparo se halla en la música
que me hace sentirme activa,
vivo en la empatía con aquella
lejana y eterna generación perdida,
enamorada del Gran Gatsby,
de las canciones de Ronnie Radke,
cerca de Wilde, de Cernuda y Espronceda.

Mi vida son los artistas y poetas
que no conoceré mientras viva.

Soy la que elige la calma
frente al ruido, antepongo
mi gusto anticuado
a este moderno mundo vacío,
intento reflejar la complejidad
de mi juicio inestable
jugando con polisemia
en perversos escritos,
y aún así guardo las apariencias
que me hacen merecedora de un Oscar,
porque, en el fondo, me siento
tan mal acompañada como sola.

Por eso me temo,
me anulo con egoísmo,
pero ya no me asusto,
porque ahora entiendo
que no me invalida
puntuar alto en neuroticismo.
Esta es mi personalidad,
la que abrazo y acepto
a pesar de haberla tratado
con un desprecio infinito.

Por eso este es el lugar
en el que me permito
ser frágil y sincera.
Por eso cuando
cierro el cuaderno
y aparco el bolígrafo,
me visto de seda,
me pongo la careta
de la falsa sonrisa,
y tres, dos, uno ¡acción!

Ahora aparento decencia,

con tu permiso.

miércoles, 8 de abril de 2020

Mi hogar está en Pompeya


"It's so hard to be together, 
and I try, and I try..."
-Chemical prisioner, Falling in Reverse

Me preguntó dónde vivía, si era real, si había yo vivido.
Le respondí que mi hogar es el tormento,
porque mi amparo solo me ocasiona perjuicios,
y esta es la mayor herida que tengo:
bienvenido seas al infierno de mi paraíso.

Me hizo escribir
sobre la empatía de otros versos,
para poder sentir
cada palabra que no me guardo.

Se agotarían los números del universo
si a alguien se le ocurriera contar
las veces que "en serio" me he jurado
"esta es la última que te escribo".
Y antes de que mi alter ego
te confesara: eso es impropio de mí;
anonadado se encontraría
si yo admitiera
que a pesar del tiempo, no te he superado.

Le dije que la segunda cosa más cierta
que he escuchado en mi vida
salió a modo de bala de tu boca,
como si muerto por insomnio
disparases una verdad
cargada de desdén y odio,
pero cierta al fin y al cabo.

Y me agarré a esa verdad
como un enfermo de cáncer
intenta aferrarse a la vida,
porque encuentro refugio
en todo lo que me hace daño.

Mi amor se perdió en la guerra.
Mi amor en la guerra perdió la valentía.
Mi amor no tuvo coraje ningún día de su vida.

Mi amor enterró al perro y se enamoró de la rabia.

Desde que dejé de esperar a mi amor,
ay... mi amor,
cuando te marchaste se paró el reloj.
Desde que se fue mi amor no necesito rayar arañazos en tu piel desnuda,
ni que me den besitos en la columna
ni que me deslicen mentiras con la lengua.

Que se la traguen.

Le dije que queda una semana para tu cumpleaños,
y no te echo de menos.

No he vuelto a mentirle.

Le juré que en ti me hundiría,
hasta en tu saliva sin saber nadar,
sin miedo a ahogarme.

No quiero que me hablen de "otras circunstancias".

Mis manos se rompen cada vez
que se les escapa un enigma,
he vivido donde más me dolía,
he escuchado cómo mis órganos se destruían;
encuentro yo siempre el camino
que no aparece en ningún mapa:
el que me dirige a la locura de tus labios,
arrastrándome a la cordura de echarte en falta.

En mis cicatrices más profundas,
aún calientes, incluso por ti algunas,
se hicieron patentes mis temores,
lo que el tiempo no ha curado,
las falsas ilusiones, el rencor a mis rincones,
las mentiras que mi sufrimiento han aliviado.

Me he enfadado con el mundo
porque me entristece y me enferma,
porque mi cuerpo es más frágil de lo que creía
pero sigo maltratándolo,
porque encuentro refugio
en todo lo que me hace daño.

Me dijo que él sabe cuándo sí
aunque yo le diga no, no, no.

Su mayor secreto es la solución
para esta cuerda que me asfixia.

Sé que me quiere tibia.
Pero sabe que yo a ti no.

Porque mi hogar
está en Pompeya,
porque no puedo contar
lo que me hace sentir ella,
y nadie logró captar
el SOS en mi botella,
porque encuentro refugio
en todo lo que me hace daño.

lunes, 6 de abril de 2020

Autofobia

En verano conocí a Paz
y se escapó como arena,
suave entre mis dedos.
No cerré bien la puerta,
el fallo fue mío, de nuevo
me confundí por negligencia,
por necia, mi barbilla al suelo;
otra vez, me exigí más de la cuenta.

Mi solución fue salir corriendo
hacia la salida de emergencia
más próxima, donde me deshice
en cinco océanos de lágrimas
tras descubrir que jamás
encontraría una mirada capaz
de hacer eco en mi vacío.

Necesitaba explotar sin saber cómo,
evadirme para desconocerme,
hacer de mi mente algo simple;
de mis problemas desentenderme,
plasmar lo que siento y desangrarme,
acabar escogiendo yo el calibre
del arma que pudiera liberarme.

Si el silencio se convierte
en tu confidente, en tu amigo,
cuando tu fe se ha disipado,
si llegas al final del camino
y no queda más que abismo...
no existe forma de remediarlo.

¿Es que aún no te has enterado?
Todo, absolutamente todo
lo que hago, tiene que ver contigo.

No tenemos prisa, no me llores,
no eres solo lo que el espejo refleja.
Ya me he aprendido tus sermones:
afirmas haber perdido la cuenta
de las veces que te has caído,
de las malas noches que has tenido,
que de golpes mejor se aprende,
que se inclinó demasiado la cuesta.

La dificultad no reside en quererse,
sino en a uno mismo perdonarse,
en desanclarse y darse una tregua.

Me deshice del prójimo: la magia
yace en no rodearse de cualquiera.

Yo ya viví el repudio del rechazo,
eliminé lo que me distinguía,
alejé mi alegría con el ocaso,
me escudé bajo mentiras;
también me convertí en presa
pero nunca en blanco fácil;
olvidé mi canción favorita
y las promesas en las que creía
solo eran pájaros de mi cabeza
que un día se desnucaron
en un accidente en la M-30...

Porque Dios no quiso crear un mundo
para los más sensibles de la cuenta.

Mis vaticinios se han frustrado
y desde entonces la palabra "esperanza"
se ha borrado de mi vocabulario
y no queda nada para devolvérmela.

¿Acaso todavía no sabes
que me necesito como nadie?

Es que ni siquiera has entendido
que la soledad es más que abandono,
que respirar no significa estar vivo,
y que cuando una mente se ausenta

no existe madera que imposibilite el naufragio.